
(Desde Washington, Estados Unidos) La Casa Blanca mantiene un enfoque estratégico sobre la dictadura de Venezuela: la debilidad de Nicolás Maduro se hará evidente cuando sus aliados militares y políticos comprendan que ya no podrá proteger los millonarios beneficios generados por las actividades ilegales que operan bajo la sombra del régimen.
El aparato represivo venezolano —compuesto por militares, policías, funcionarios penitenciarios, espías y civiles— se ha enriquecido a través de corrupción estatal, utilizando secuestros, torturas y asesinatos como herramientas de control. Maduro, respaldado por esta estructura, consolidó su poder tras desconocer los resultados de elecciones legítimas y expandir los negocios clandestinos que favorecen a sus socios.
En este contexto, la administración de Donald Trump implementó un plan integral contra el narcotráfico en América Latina, diseñado por el secretario de Estado Marco Rubio y ejecutado por toda la Casa Blanca. La lógica es clara: al cortar los ingresos ilícitos que aseguran la lealtad del Ejército y las fuerzas de seguridad, la estabilidad del régimen se ve seriamente amenazada.
El plan contempla que, una vez debilitado Maduro, se pueda abrir un espacio de negociación política que permita iniciar una transición hacia la democracia. Edmundo González Urrutia y María Corina Machado están al tanto de esta estrategia, cuyo objetivo prioritario es la caída del dictador como paso inicial hacia la reconstrucción institucional en Venezuela.
Como parte de la ofensiva, Trump firmó en secreto una orden presidencial que habilita al Pentágono a actuar militarmente contra los cárteles de drogas considerados organizaciones terroristas, incluyendo operaciones en mar y territorio extranjero. Simultáneamente, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) declaró al Cartel de los Soles como organización terrorista internacional.
El Cartel de los Soles, fortalecido primero por Hugo Chávez y luego por Maduro, utiliza la infraestructura estatal para traficar cocaína hacia Medio Oriente, Europa, África y América Central, manteniendo lazos con las FARC, el ELN, el Cártel de Sinaloa y Hezbollah. Maduro lidera la organización junto a altos mandos militares y civiles, incluidos Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López, quienes participan directamente en la represión interna.
El Departamento de Estado subrayó en X que empleará “todos los recursos disponibles para impedir que Nicolás Maduro siga lucrando con la destrucción de vidas estadounidenses y la desestabilización de nuestro hemisferio”. La combinación de presión financiera, legal y militar busca asfixiar las ganancias ilícitas del régimen y acelerar su caída.