
El River de los 70 millones de dólares se va envuelto en una silbatina tan estruendosa que puede oírse a cuadras. Para el hincha la derrota contra Sarmiento es escandalosa. Porque profundiza el tobogán que amagó a interrumpirse con la victoria ante Racing. Es la sexta caída en siete partidos, la cuarta consecutiva en el Clausura. Es la marca de un equipo que sigue en caída libre. Y que quizás no tocó el suelo
Eso hace que el estado ya sea más que alarmante o preocupante. Las sirenas suenan a todo volumen desde hace varias semanas y este River, que hace rato no parece uno de Marcelo Gallardo, no tiene reacción. Hoy en día, parece que con un plan práctico y compacto resulta hasta fácil llevarse los tres puntos de un estadio que en Brasil apodaron “Caldeirao infernal”: lo hizo Riestra hace dos semanas, lo materializó Sarmiento este domingo de la mano de un Chaco Insaurralde impasable y de un determinante error de Armani aprovechado por Morales.
De hecho, este River apático, sin juego interno, que abusó del pelotazo y que dependió de lo que intentaran los pibes Lencina (muy movedizo en el primer tiempo) y Jaime (auspicioso debut, dio una muestra de carácter en la del gol anulado a Borja) logró algo difícil: el resultado out of context fue el triunfo ante Racing por Copa Argentina y no las dos recientes derrotas como local.
En definitiva, mientras los hinchas se impacientaban y entonaban canciones de exigencia durante casi 10’ consecutivos (”Movete, River, movete” y “a ver si nos entendemos”), el equipo del Muñeco jugaba como si tuviera la cabeza en la Libertadores. Como si en unos días debiera afrontar unas semis. El tema es que no solo ya se quedó afuera contra Palmeiras, sino que con estos resultados está poniendo innecesariamente en riesgo el pase a la del año que viene (si Riestra le gana a Platense este lunes, lo saca por tabla anual).
Sin ideas para vulnerar a un equipo que le plantó dos líneas de cuatro, no encontró a Nacho Fernández y Galoppo y los puntas, sin peso, quedaron aislados. Acosta respondió cuando lo exigieron, pero también es cierto que River generalmente acortó los caminos con remates de media distancia porque no podía ni siquiera abrir la cancha (Casco flojísimo por izquierda, Bustos sin proyecciones por derecha).
Que Jaime, en sus primeros minutos en el Monumental y en una posición que no lo favorecía del todo, haya sido el único que demostró algo de rebeldía, es algo que habla por sí mismo del caos futbolístico. Caos también reflejado en el 2-4-2-2 con el que terminó parado.
Si River tocó fondo o hay algo todavía más profundo, se verá. Pero los que parecieron haber alcanzado el límite de la paciencia fueron los hinchas: la reprobación fue histórica y marca la temperatura del momento.