
La emoción de Messi emocionó a todos cuando Argentina salió anoche a hacer la entrada en calor previa al partido y el “Messi, Messi, Messi” lo bañó de amor desde los cuatro costados de un Monumental repleto. El sentimiento se profundizó con el correr de los minutos, en cada instante de una jornada inolvidable, que fue redonda, cercana a la perfección.
“Leo”, el gran capitán, jugó frente a Venezuela bajo un estado de emoción virulenta, estado que lejos de paralizarlo, lo encendió para afrontar su último partido oficial en nuestra tierra, compromiso por una eliminatoria que Argentina ya ganó hace rato y en la cual en marzo había cumplido el objetivo de clasificarse. Para ratificar esa conexión total metió un golazo al final del primer tiempo, con una definición exquisita, digna de su sello. Y apareció en la parte final del encuentro para meter el 3-0 lapidario con otro toque sutil. Fiesta completa.
Fue una de las tantas noches especiales de la vida “Leo”, quizá esta especial como pocas, abrazado a sus hijos y con su mujer y sus padres en el palco, mientras Euge Quevedo entonaba con énfasis y la rompía con una hermosa versión del Himno nacional.
Imposible contener las lágrimas, para él, para los suyos, para todos. Habrá Argentina sin Messi, más temprano que tarde, pero hoy es Argentina con Messi y vale la pena disfrutarlo.
Después hubo un partido al cual Argentina afrontó con muchos jugadores de buen pie, con la aparición sorpresiva de Franco Mastantuono, junto a Messi y Julián Álvarez arriba, respaldados por un medio picante con Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y Thiago Almada.
La consigna quedó expuesta de entrada, con mucho juego, frescura, pelota segura y rotaciones continuas en el frente de ataque. Y, a los 3, la intención se tradujo en realidad: se juntaron Mastantuono, Messi y Julián Álvarez y el arquero sacó al córner. Después a Argentina se le hizo complicado romper el embudo venezolano, pero cuando pudo, Almada estuvo cerca del 1-0 y respondió bien Romo.
Las pocas veces que la visita logró adueñarse de la pelota, puso a prueba la asfixiante presión albiceleste que, por lo general, recuperó rápido para volver a comenzar.
Y a los 25, desde fuera del área, fue Messi quien exigió de nuevo una atajada del guardavalla vinotinto. Pero más allá de alguna tibia reacción de Venezuela, estaba claro que en cuanto Argentina metiera dos o tres pases punzantes en zona roja, el marcador se destrabaría. Y fue así. A los 39 minutos, cuando se juntaron Messi y Álvarez y el cordobés desniveló y habilitó al “10” para que definiera como sólo él sabe: toque suave, sutil, arriba de piernas y brazos venezolanos.
El local siguió tocando y antes del final de la etapa, Almada casi mete el segundo, pero de nuevo respondió Romo. Argentina se fue al descanso con la seguridad de saber que si aceleraba, liquidaba todo.
El ST comenzó con la misma tónica, con una selección local sólida, segura, solidaria, que siguió con esa presión alta, para que el juego se desarrollara en el campo rival, para que el riesgo siempre estuviera más cerca de la visita. El 1-0 le quedaba corto a lo que se había visto de uno y otro y dejaba abierto el pleito casi sin sentido para lo que había sido el dominio albiceleste.
El equipo de Scaloni sumó más chances de gol, pero entre el arquero visitante y la falta de puntería, el merecido 2-0 se hacía desear demasiado. Y el marcador se amplió en la primera pelota que tocó Lautaro Martínez: “Nico” González encaró hasta el fondo, metió uno de esos centros que duelen y el goleador del ciclo Scaloni cabeceó a la red. Después, sólo hubo que esperar en cuánto terminaba el marcador. Messi volvió a empujar una pelota al gol y la goleada ya era realidad. La fiesta, a la que nada le faltó, fue la mejor despedida oficial que se le podía hacer al capitán en casa.