
Belgrano fue a La Bombonera con una misión difícil: plantarse frente a Boca, mirar de igual a igual, y demostrar que no viajó a pasear. Y lo hizo. Con actitud, con orden y con ese fuego que se enciende cada vez que los celestes pisan una cancha grande. El Pirata ganó 2-1 y se volvió a Córdoba con tres puntos que valen oro.
El primer tiempo fue parejo, con más roce que juego. Boca tuvo la pelota, pero Belgrano le cerró todos los caminos. El equipo cordobés esperó, agazapado, con esa paciencia de quien sabe que la oportunidad va a llegar.
Y llegó. A los 12 del segundo tiempo, penal para Belgrano. Lucas Passerini agarró la pelota con confianza, la miró fijo, respiró… y la mandó a guardar. Gol y silencio en la Bombonera.
Pero el Pirata no se conformó. Cuatro minutos después, tiro libre de Zelarayán, rebote desafortunado de Paredes y 2-0 arriba. El grito se escuchó hasta en Alberdi.
Boca, herido, fue con todo. Y a los 20 descontó Zeballos con un derechazo que volvió a ponerle suspenso al partido. Pero el corazón de Belgrano fue más grande que la presión del local. Aguantó, corrió, metió, y defendió la ventaja como si fuera un tesoro.
Cuando Dóvalo pitó el final, los jugadores se abrazaron como si hubieran ganado una final. Y no es para menos: fue una noche redonda, de esas que quedan en la historia del club.
Con esta victoria, Belgrano se prende en la pelea grande del Clausura: suma 18 puntos y queda cuarto, a uno de Defensa. Boca, en cambio, se complica con 17, mirando de reojo la tabla anual y la Libertadores.
La próxima parada del Pirata será en el Gigante de Alberdi, ante Tigre. Y ahí, seguro, el aliento no va a faltar. Porque cuando Belgrano juega así, con alma, nadie le puede decir que no sueñe.