
Después de un tiempo sin protagonismo público, el Sindicato Único de Recolectores de Residuos y Barrido de Córdoba (Surrbac) volvió a hacer sentir su poder: una medida de fuerza paralizó durante días la recolección de residuos en la ciudad, exponiendo un conflicto que va mucho más allá de un reclamo salarial.
El paro fue disparado por un pedido de aumento del 9% (5% retroactivo a julio y 4% en agosto), pero rápidamente escaló y dejó toneladas de basura acumulada en distintos barrios. Aunque la conciliación obligatoria descomprimió momentáneamente la situación, en el Palacio 6 de Julio crece la preocupación.
“Esto no es solo una paritaria, es una estrategia de poder”, deslizó una fuente municipal bajo estricta reserva. La verdadera disputa ya se proyecta hacia 2025: el año de la nueva licitación del sistema de recolección de residuos.
El fondo del conflicto: poder, convenios y licitación
El pedido de aumento, liderado por Juan Saillén, se topó con un muro: el municipio advirtió que no habrá definiciones hasta que se cierre la paritaria del Suoem. Además, los intendentes del Ente Metropolitano rechazaron en bloque el planteo salarial, encendiendo aún más la tensión.
El gremio también enfrenta una situación delicada en lo legal. Sus convenios colectivos, firmados en 2014, están vencidos y continúan solo por “ultraactividad”. Temen que la próxima concesión del servicio abra la puerta a empresas como Roggio, que aplicarían el convenio de Camioneros. Eso sería un golpe letal a la estructura laboral del Surrbac.
Además, el sindicato no pierde de vista lo que está en juego con cada cambio de concesión: el pago de indemnizaciones, un beneficio económico clave que podría verse amenazado si se rediseña el modelo contractual.
La Justicia acecha y el gremio muestra los dientes
El contexto judicial tampoco ayuda: la Justicia Federal confirmó en marzo la elevación a juicio de los líderes históricos del gremio, Mauricio Saillén y Pascual Catrambone, acusados por lavado de dinero y corrupción entre 2009 y 2018. Aunque no hubo fracturas internas, el desgaste es evidente y los vínculos con el poder político se mantienen bajo perfil.
Aun así, el gremio demostró que sigue teniendo capacidad de presión. En el municipio lo saben: “Tienen la herramienta para paralizar la ciudad, pero no hay margen para acuerdos por fuera de lo razonable”, advierten.
El recuerdo es claro. En 2007, el sindicato rodeó el Palacio 6 de Julio y descargó basura en la calle durante dos días. Hoy, con una licitación clave en el horizonte, esa postal vuelve a aparecer como advertencia.