
El domingo pasado marcó una noche aciaga para los libertarios, luego de la paliza que recibieron en la decisiva provincia de Buenos Aires. En la que fue, sin dudas, la peor derrota electoral desde su irrupción meteórica en la política nacional, el presidente Javier Milei esbozó una autocrítica y prometió cambios, intentando sintonizar con el fuerte mensaje que llegó desde las urnas bonaerenses.
Esa noche no solo estuvo marcada por el impacto electoral. En la intimidad de la Casa Rosada, Milei y sus principales funcionarios se mostraban ansiosos y temerosos ante la inminente reacción de los mercados al día siguiente.
Y el lunes cumplió con los peores pronósticos: fue, literalmente, un “lunes negro”. El dólar trepó 45 pesos y los inversores acusaron el golpe. Sin embargo, el sacudón fue menor al esperado. El FMI no tardó en salir a respaldar al Gobierno, y la tormenta cambió de frente: el epicentro del problema volvió a ser político.
Un “lunes negro” para la economía, y un “día gris” para la política. Milei, que había prometido cambios tras “escuchar” a los bonaerenses, se quedó en amagues. Poco cambió. La estrategia libertaria siguió intacta, casi como si nada hubiera ocurrido.
El Gobierno montó dos mesas: una política interna -que ya existía, ahora bajo la conducción del propio Presidente- y otra de presunto “diálogo federal” con los gobernadores.
Además, ascendió a Lisandro Catalán, hasta entonces encargado del vínculo con las provincias desde la secretaría del Interior, que fue elevada a rango ministerial.
“Después de la paliza en Buenos Aires, el que salió ganando fue Catalán, que recibió un aumento de sueldo: ahora cobra como ministro, no como secretario”, ironizó un ministro del gobernador cordobés Martín Llaryora.
Mientras tanto, los rumores en Balcarce 50 eran insistentes. Se decía que Milei evaluaba desplazar a dos hombres clave del entorno de su hermana Karina: Eduardo “Lule” Menem, salpicado los audios por presuntas coimas, y Sebastián Pareja, cerebro del armado político en Buenos Aires.
Pero se trataba de movimientos menores. “Lule” Menem ocupa el discreto cargo de subsecretario de Gestión Institucional de la Secretaría General, y Pareja ni siquiera figura en el organigrama del Ejecutivo. No obstante, ambos tiene mucha influencia política, por la bendición de la hermana presidencial.
Finalmente, los cambios no llegaron. Las versiones apuntan a una sola razón: la negativa rotunda de Karina Milei a desprenderse de sus hombre de confianza.
Hay, además, otra razón de fondo. Por una regla no escrita de la política, desprenderse de “Lule” Menem y Pareja, podría significa que todos los cañones se volvieran sobre la figura de su hermana, blanco predilecto de la oposición y de un clima político cada vez más enrarecido.
Diálogo de cartón
En la Casa Rosada hay un reconocimiento tácito: el Gobierno enfrenta una encrucijada política de alto riesgo, que amenaza con salpicar la única bandera que aún flamea en el mástil libertario: el plan económico.
La encerrona tiene nombre propio: la relación con los gobernadores. Karina Milei, en su cruzada por la pureza doctrinaria, armó listas libertarias “puras” en casi todo el país, con contadas excepciones.
Ahora, en octubre, esas listas deberán enfrentarse en las urnas contra 20 mandatarios provinciales, algunos de los cuales ahora son llamados a la mesa de diálogo.
Salvo en Mendoza, Caba, Chaco y Entre Ríos, en el resto del país el oficialismo competirá directamente contra quienes busca convocar al consenso.
El tiempo tampoco ayuda. El Gobierno podría esperar a que pasen las elecciones del 26 de octubre para sentarse a negociar. Pero en los próximos 45 días, Milei corre el riesgo de acumular derrotas legislativas, con proyectos claves y temas sensibles en el Congreso.
Ya vetó la ley de presupuesto universitario y la declaración de emergencia del Hospital Garrahan. Y el vocero presidencial, Manuel Adorni, anticipó que también caerá el veto a la nueva distribución de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN), impulsada por los 23 gobernadores y el jefe de Gobierno porteño.
El kirchnerismo busca capitalizar su envión tras el triunfo bonaerense, y prepara una sesión especial el miércoles próximo para intentar revertir esos vetos, incluyendo el de los ATN, si se concreta en las próximas horas.
A esa sesión se sumará una masiva movilización universitaria, que promete en alimentar el ya elevado costo político que está pagando el oficialismo.
Sin el respaldo de varios gobernadores, el Gobierno no podrá sostener ninguno de estos vetos, ni otros que se avecinan, como el proyecto para redistribuir el impuesto a los combustibles, o la ley -ya con media sanción del Senado- que limita la vigencia de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU).
El Presidente prometió vetar toda norma que atente contra el equilibrio fiscal. El problema es que ya no tiene el poder político para sostener esos vetos.
La encrucijada: déficit cero, o apoyo político
Milei se enfrenta a un dilema clásico: si accede a abrir la caja y atiende los reclamos de los gobernadores, pone en riesgo el déficit cero, su dogma central. Pero si no lo hace, su soledad política en el Congreso puede dejarlo sin margen de maniobra.
Una parte de este laberinto es de factura propia. La estrategia de confrontación permanente lo llevó a tensionar al máximo la relación con el Congreso, justo cuando comenzaba a resquebrajarse su base de apoyo, tanto parlamentaria como popular, según las últimas encuestas.
Consciente del riesgo, el nuevo ministro del Interior, junto a Guillermo Francos y Luis Caputo, iniciaron una ronda de contactos para intentar recomponer puentes con los mandatarios provinciales.
Comenzaron por los más cercanos, aunque nadie parece dispuesto a inmolarse por un Gobierno que los castigó sistemáticamente, y menos en un año electoral.
Se sabe: de los gobernadores kirchneristas no llegará más que rechazo, y si las circunstancias lo permiten, un empujón al abismo.
La próxima postal de esta tensión política tendrá lugar mañana en Río Cuarto, donde el gobernador Martín Llaryora y Juan Schiaretti serán anfitriones de la primera cumbre en el interior de Provincias Unidas.
Allí, seis gobernadores -con la anunciada ausencia del chubutense Ignacio Torres, por problemas de transporte- se mostrarán como una alternativa política concreta a los libertarios, más interesados en marcar distancia que en tender puentes.