
Hace tiempo que viajar ya no requiere subirse a un avión. Hoy, en Buenos Aires, esta idea se traslada a la gastronomía: cada vez son más los restaurantes que llevan a los comensales a recorrer el mundo a través de sus sabores. Un arenque marinado puede transportarnos a Escandinavia, un kimchi picante a las calles de Seúl y el aroma del pan de pita recién horneado hasta un mercado de Tel Aviv. Estas son solo algunas de las experiencias que ofrece la ciudad.
Viejo continente, nuevos horizontes
La influencia europea va más allá de Francia, España e Italia. Un ejemplo es Berria by Sagardi, de los hermanos Iñaki y Mikel López de Viñaspre, quienes llevan más de 16 años explorando la cocina vasca en Argentina. “Berria”, que significa “nuevo” en euskera, sorprende con una parrilla Josper de cinco metros que domina la cocina. Ostras de San Blas, croquetas de jamón, buñuelos de bacalao, txuletón madurado y arroces al fuego son solo algunos de los platos que mezclan técnica, producto de calidad y el espíritu de las tabernas vascas, con barra de pintxos incluida.
Arte y sabor oriental
En Colegiales, Marta fusiona gastronomía y arte. La chef Marta Wajda, formada en la Academia de Bellas Artes de Cracovia, transforma cada plato en un lienzo, combinando tradición, creatividad y sabor. Su menú, disponible a la carta o en degustación, cambia constantemente, incorporando influencias polacas, francesas, patagónicas y peruanas.
Tradición judía reinventada
Mishiguene, de Tomás Kalika, propone un viaje culinario por Europa del Este, Medio Oriente y Norte de África. Cada plato reinterpreta recetas familiares con técnicas contemporáneas y productos de estación, desde la sopa de kneidalaj con jengibre y lemongrass hasta el cordero braseado al vino tinto.
Suecia en el corazón de Buenos Aires
El Club Sueco, dentro de la iglesia nórdica, ofrece un recorrido por la cocina sueca tradicional: salmón gravlax, bacalao, arenque y el famoso smörgåsbord, buffet típico acompañado de vino caliente y música en vivo. Martín Varela, responsable del lugar, explica que se busca reflejar lo que un sueco comería en casa o en festividades.
Sabores del Sudeste Asiático
En Villa Crespo, ApuNena, de Christina Sunae y Florencia Ravioli, combina cocina filipina y del sudeste asiático con el concepto de tapeo. Platos como el Inihaw Na Pusit, calamar relleno grillado, y panes al vapor elaborados in situ muestran el compromiso con la tradición y la innovación.
Herencia árabe-sefaradí
Liliana Helueni lleva más de veinte años sosteniendo la cocina árabe-sefaradí en Buenos Aires. Lahmayin, kibbe, boios, falafel, hummus y postres como baklava y mamul conectan generaciones y ofrecen un recorrido por la historia familiar y los sabores de siempre.
Vietnam y Corea
Saigón acerca la comida callejera vietnamita, con influencias francesas y argentinas, a tres sucursales porteñas. Por su parte, Han, liderado por Pablo Park, reinventa la alta cocina coreana en un formato íntimo y teatral, donde cada plato se crea frente a los comensales, resaltando la estacionalidad y los cinco colores tradicionales de Corea.
Con cada nuevo restaurante, Buenos Aires amplía su mapa de sabores, demostrando que su identidad también se construye a través de la gastronomía. Desde un buffet sueco hasta un bocado coreano, pasando por panes filipinos y recetas árabes, la ciudad se convierte en un territorio donde la curiosidad y el buen comer no conocen fronteras.