
Después de 12 partidos de frustraciones, empates insípidos y derrotas que parecían calcadas, Boca Juniors finalmente encontró el antídoto a su racha histórica sin triunfos: Independiente Rivadavia. El Xeneize ganó 3-0 en Mendoza y se llevó mucho más que tres puntos: alivio, aire y hasta un poquito de esperanza.
El marcador se abrió de la manera más pintoresca posible: con un gol en contra de Ezequiel Centurión, como si el destino hubiera decidido darle una manito al equipo de Miguel Ángel Russo. A partir de ahí, el panorama se despejó y los hinchas boquenses se permitieron algo que casi habían olvidado: festejar.
Exequiel Zeballos y Alan Velasco completaron la faena y decoraron un triunfo que servirá para borrar –al menos por una semana– la interminable sequía que se arrastraba desde aquel 19 de abril, cuando todavía Fernando Gago estaba en el banco y los goles llegaban de la mano de Palacios y Merentiel. Desde entonces, todo había sido padecimiento.
Con este resultado, Russo también se sacó un peso de encima: dejó atrás una marca incómoda de 10 partidos sin ganar bajo su conducción (sumando el final de su primer ciclo y este arranque turbulento). Aliviado, ahora podrá planificar con un poco más de calma lo que viene.
La victoria tuvo otro efecto inmediato: Boca abandonó el último lugar de la Zona A, se metió en zona de Repechaje a la Libertadores 2026 por la Tabla Anual y cambió las caras largas por sonrisas. En la vereda de enfrente, la Lepra mendocina quedó antepenúltima, confirmando que la noche en el Malvinas Argentinas fue azul y oro de principio a fin.
El próximo desafío para Boca será el domingo, en La Bombonera frente a Banfield, donde intentará demostrar que lo de Mendoza no fue casualidad. Independiente Rivadavia, en cambio, deberá lamerse las heridas y pensar en Tigre, su rival del viernes en Victoria.