
De cuatro tiempos. Así se podría dividir el desarrollo de este triunfo clave por 3 a 1 de Boca en la cancha de Barracas, que lo pone más en carrera que nunca para encarar la recta final al objetivo de sellar cuanto antes su regreso a la Copa Libertadores. Es que fue tan extraño el partido que se puede diseccionar más allá del resultado de los dos períodos -uno con ventaja para cada uno-, ya que en la primera parte pasó tanto y fue tan marcado que parecieron también etapas diferentes. Y que en lo emocional y lo que estaba en juego, hizo pasar al equipo de Claudio Úbeda del pánico por lo que estaba en juego a la tranquilidad de tener una posición y varios argumentos para seguir soñando.
El comienzo fue casi sin jugar, al menos en esos primeros 20 minutos que precedieron al gol de Rodrigo Insua que puso arriba al local y que terminó de romper un trámite cuanto menos extraño. Hasta ahí, había pasado de todo menos lo esencial: no existía la continuidad de juego (entre las faltas desmesuradas de los jugadores de Barracas, que provocaron que Iván Tapia se fuera expulsado antes del cuarto de hora), las provocaciones como la que terminó con la amarilla aparentemente buscada por Leandro Paredes -en pos de no poner en riesgo su presencia en el superclásico- y varias polémicas que tuvieron el juego detenido mientras el reloj avanzaba en más de la mitad del tiempo.
Cuando llegó el gol del Guapo -por una falla del mediocampo xeneize a partir de un resbalón del chileno Alarcón y con complicidad de Marchesin-, lo que empezó fue el tramo ideal para Barracas. Un lapso en el cual los nueve jugadores de campo se plantaron prolijamente en dos líneas separadas por unos cinco metros de máxima entre una y otra. Y que esperaban sin sobresaltos mientras Boca movía la pelota de un lado a otro sin progresar. Era evidente que sobraban voluntades y similitudes entre los intérpretes y que faltaban variantes, aunque el plan se mantenía intacto.
Para cuando los equipos volvieron del vestuario, el plan de Úbeda tuvo un retoque, que resultó clave y que fue efectivo al máximo. Lejos de mover por demás el avispero, el DT mandó a la cancha el cambio más lógico que podía tener a mano: Exequiel Zeballos en lugar de Alarcón. Sin embargo, lo que más le resultó a Sifón fue insistir con la misma receta y esta vez contar con una herramienta distinta. Que cambió el ritmo y aceleró la jugada en el momento justo y -ayudado por un rebote- dejó solo a Milton Giménez para un 1 a 1 justo y merecido, pero que cada vez parecía más lejano. Fue el final del partido disputado, y el comienzo de la cuarta parte del encuentro.
Porque, claro está, la resistencia y con un jugador menos llegó hasta ahí. Enseguida, otra jugada que progresó por la derecha le dio a Barinaga el espacio para tirar el mejor centro de la tarde y dejarlo a Milton solo para que de cabeza -redimiéndose de una situación igual de clara en el final del PT- pusiera el segundo y casi que arrancara a sentenciar el partido. Antes de lograrlo, llegó el tiempo de seguir sacándole provecho al Changuito.
Y de candidatearlo para que se gane ahora sí un lugar en el 11. Ganó en velocidad, ganó otra vez con el cuerpo y se filtró en el área. Para frenar y asistir con precisión a Merentiel para el festejado y trabajoso tercer gol. Un revulsivo, tres goles y tres puntos fundamentales. Justo lo que necesitaba Boca para recuperar la sonrisa. Y ahora, mirar fijo a los ojos a la Copa.